jueves, 11 de marzo de 2010

PATRICIA VELA VISTA POR CARLOS HERRERA


No resulta sencillo conjuntar de golpe toda una serie de virtudes: timbrar la voz; añadirle dolor, gozo, esperanza, desencanto; mesurar el gesto; caminar como si se estuviera paseando por el jardín de las delicias o sobre la lava de un volcán; contar una historia con el compromiso del protagonista. El hecho de que no resulte sencillo es la razón por la que tan poca gente sabe cantar la copla por derecho. De resultar fácil o común ya estaríamos todos en los escenarios contando las miserias y grandezas de las heroínas de la canción. Solo un puñado de seres humanos encuentran el equilibrio necesario entre facultades y temperamento; sólo personas como Patricia Vela manejan ejemplarmente ese binomio.Ese tesoro de la expresión, de la sencillez con la que convierten un dolor en un trino, un amor en una caricia, un desgarro en un grito, es privativo de aquellos que entienden este arte como una forma de vida. Cantar copla es involucrarse en un mundo sugerido mil y una veces por la memoria, por la tradición, por la costumbre de las cosas. La copla popular ha venido retratando el panorama sentimental de tantas generaciones como la han cantado y en cada una de las historias que se dramatizan van metidas, sin saberlo, las voces de quienes las cantaron. Somos, pues, consecuencia de lo que antes fuimos. Patricia, de aspecto volcánicamente tierno y dulcemente feroz, matiza cada pena hasta llevarla a la tragedia, tal y como hicieron sus predecesoras, y lo hace a su aire, manejando una personalidad desbordante y una técnica absolutamente única. Matiza por igual las alegrías y las intrascendencias, borda el flamenco, mastica cada palabra con el gusto de la actriz que lleva dentro y gestualiza las tragedias sin un solo ápice de demasía. Es, a mi modesto entender, la expresión de la puereza del género. Si cierro los ojos y pienso en cómo me gustaría que fuera una intérprete de copla (de copla y de más cosas, claro) indefectiblemente me aparece Patricia Vela. Será por lo mucho que la he visto cantar, por lo mucho que la he escuchado, por lo mucho que la admiro. ¡Vaya usted a saber por qué!.